Fue un martes 11 de Septiembre…

Las primeras noticias se escucharon en horas de la mañana, para quien no estuviera bien informado el sonido de los aviones volando bajo sería una sorpresa y un augurio, que anunciaba la llegada inminente de la sombría muerte. Las explosiones y los gritos, la confusión y el miedo fueron las armas de quienes perpetraron este ataque de terror y traición.

Apostaría a que puedo imaginar lo que su memoria les advierte, las imágenes que pasan por su cabeza son tan vividas para mí como para cualquier miembro de la sociedad contemporánea, o al menos para uno que haya vivido durante las últimas dos décadas ligeramente cerca de un televisor por estas fechas del año, el fuego y el concreto, el humo y el polvo, los gritos de la gente despavorida ante semejante atrocidad inhumana, sin embargo querido lector, lamento informarle que ese no es el recuerdo que quiero revivir en su mente, no, lo que quiero revivir es algo más antiguo y sin embargo más cercano en el sentido cultural ¿ya sospecha cuál es?

El asunto con la memoria es que es endeble, e incluso cuando hay registros de los sucesos la mente suele privilegiar unos recuerdos sobre los otros, el recuerdo que quiero traer a sus mentes tiene varias cosas en común con la tragedia de las torres gemelas “irónicamente” La diferencia radica en que las torres no eran torres, era un palacio, los gritos no clamaban en inglés sino en español y los aviones no eran comerciales sino de guerra, el asunto en cuestión fue cometido por un ejército no un atajo de insurgentes yihadistas y ¡oh sorpresa! lo hicieron con ayuda estadounidense.
Fue un martes 11 de septiembre por la mañana, el presidente de la nación había informado que el puerto de Valparaíso había caído en las manos de una insurrección que por un tiempo se creyó restringida a las fuerzas navales de la República de Chile, después la totalidad de las fuerzas armadas declararon su lealtad al golpe de estado y tras la negativa de Allende de dimitir la fuerza aérea bombardeó la Casa de la Moneda, el combate se prolongó durante hora y media, Allende acompañado únicamente por su gabinete y las personas que trabajaban en el edificio consiguió resistir ante los embates de la totalidad del ejército armado con la AK-47 que Fidel le había regalado y con la que habría de quitarse la vida.

Así falleció el primer presidente marxista elegido democráticamente del mundo, y con él fue enterrada también la democracia chilena que no volvería a ver la luz hasta 1990, democracia que incluso hoy vive a la sombra de Pinochet y su dictadura cuyas víctimas según se calcula son “En total, sumando los casos de detenidos desaparecidos, ejecutados, torturados y presos políticos reconocidos por estas comisiones -sin considerar los exiliados ni las familias de todos los afectados-, el número de víctimas de la dictadura de Pinochet supera las 40.000 personas, de ellas 3.065 están muertas o desaparecidas entre septiembre de 1973 y marzo de 1990” (El País. 2011) *.
La pregunta es ¿Qué nos ha llevado a privilegiar la memoria de las Torres Gemelas sobre la de la Casa de la Moneda? Está claro que hay unas narrativas ejercidas desde el poder que prefieren recordar el ataque terrorista cometido contra el pueblo estadounidense antes que recordar como Estados Unidos apoyó activamente a una dictadura criminal e igualmente terrorista, pero la culpa es también nuestra; cuando decidimos activamente que la verdad que nos es contada por los medios es la única verdad, cuando no hacemos el esfuerzo de buscar y leer más información, más fuentes.

La memoria no es solo aquellos recuerdos que tenemos de nuestra infancia o nuestro paseo al mar, la memoria es la forma en que como humanos construimos nuestra sociedad y nuestras realidades, así que cuando hacemos memoria deberíamos esforzarnos al menos un poco en tratar de reconstruir una realidad más amplia, de más pueblos y mundos, para de esta forma entender mejor nuestro momento histórico.

*El País. (2011). Chile reconoce a más de 40.000 víctimas de la dictadura de Pinochet. El País. Recuperado de: https://elpais.com/diario/2011/08/20/internacional/1313791208_850215.html

Tomado de La Vanguardia  

Foto: Tomada de El Colombiano 

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