Más allá de William Muñoz

17/10/2021

La movilización y construcción política en la Universidad Distrital ha sido una constante a lo largo de la historia de la institución, ya que la mayor parte del estatuto estudiantil está compuesto por jóvenes de la clase popular y por ende tienen un contacto más directo con las contradicciones y la precariedad, producido por el modelo de país proyectado hasta ahora. Esto se puede ver reflejado en el gran apoyo que han tenido los paros agrarios y campesinos al interior de la institución; pero entre los numerosos ejercicios de paro llevados a cabo en la universidad resalta el que se dio en el segundo semestre del 2019.

Los cimientos de todas las sedes se sacudieron por los gritos de inconformidad de los estudiantes y de algunos docentes al enterarse de que al interior del IDEXUD (Instituto de Extensión y Educación de la Universidad Distrital), se habían desviado 12.000 millones de pesos del patrimonio destinado para su funcionamiento y que habían terminado en numerosos pagos de membresías de Netflix, viajes y costosos automóviles en los que figuraba como beneficiario el director de dicho instituto, William Muñoz. A pesar de que esto estremeció a toda la universidad, lo sucedido no era algo nuevo, por el contrario, el movimiento estudiantil había denunciado la concentración de poder al interior de las dependencias de universidad y el gran nido de corrupción que esto representaba.

Después de un periodo extenso de espacios de discusión y construcción política tanto en las distintas sedes como en las facultades, la universidad se declara en paro en el mes de octubre, esto generando un auge de la movilización estudiantil. Ante el legítimo y digno accionar de los estudiantes el gobierno local respondió con una intensidad represiva inmensa, por lo cual se desarrollaron numerosos ejercicios de confrontación en las diferentes sedes de la universidad, de los cuales resaltan los llevados a cabo en la sede de Ingeniería ubicada en la Calle 40 con 7ma, donde los estudiantes resistieron las embestidas represivas por más de una semana y media, lo cual despertó empatía en estudiantes de universidades privadas, en especial en los estudiantes de Pontificia Universidad Javeriana.

William Muñoz fue capturado y aceptó sus cargos, pero su colaboración para el esclarecimiento no sólo de los hechos, sino también de la estructura que permitió esta situación al interior de la universidad, ha sido más bien poca. Esto es preocupante, pues el problema no son los funcionarios —como lo quiso hacer ver en su momento la administración de Ricardo García—, es evidente a todas luces; el problema es más bien de fondo, de cómo están estructurados, desde los cuerpos colegiados hasta de qué manera se escoge al rector y al decano de cada facultad. Es toda una estructura burocrática alejada de los pensamientos y sentires de la comunidad universitaria, la que da fundamento y cobijo a estos tipos de sucesos.

Los estudiantes desde tiempo antes, conscientes de estos problemas estructurales en la universidad, ajustaron su táctica y propusieron como objetivo inmediato de dicho mecanismo de presión, la creación de un espacio que ampliaría la democracia al interior de la universidad. Dicho objetivo fue materializado en la asamblea universitaria, como un escenario estratégico en el cual se podrían dar unas disputas de poder de manera más directa y formal, también con la posibilidad de juntar fuerzas con otros estamentos al interior de la misma, como lo son los trabajadores y docentes. Si bien eso fue una ganancia muy grande en términos de lo reivindicativo, el gran problema sigue allí, la corrupción que se lleva los fondos de la educación sigue corroyendo la estructura de la universidad distrital.

Ante esta condición, solo hay una vía que pueda ofrecer una solución, solo hay una manera de empezar a construir esa universidad a la que todos los jóvenes de la ciudad tienen derecho, esa solución fue construida en el escenario que fue mencionado anteriormente, pero representa el trabajo de varias generaciones de estudiantes que se pensaron una universidad mejor, amplia, democrática y popular. Pelear por la aprobación y ejecución de la reforma a los estatutos generales de la misma es no solo un paso necesario para construir una academia y una alma mater diferente, sino que es el golpe contundente que la comunidad universitaria debe darle a esas estructuras de poder que siguen usando a la  Distrital como una caja menor y un fortín político. La universidad es de quienes la poblamos a diario, es de quienes peleamos por ella y no de esos que desde su posición de poder buscan un beneficio individual.  


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